#ElPerúQueQueremos

EL PROBLEMA DE LA DESIGUALDAD

Una perspectiva histórica.

El problema del Perú es uno histórico, que gira en torno a la exclusión de una mayoría de la población del proyecto nacional que se inició en la independencia, que ha derivado en una increíble desigualdad social.

Esta es una reflección un tanto caótica en torno al tema, que espero de pie a nuevas perspectivas y reflexiones.

Publicado: 2013-12-15

Comencemos con un ejemplo un tanto gráfico, al cual regresaré después:

José A. nació en Lima a inicios de la década de los 90´s de padres universitarios y creció en distritos como San Isidro, Miraflores, Surco o La Molina. Estudió en uno de los colegios que aparecen en el ranking de los mejores y más caros del país, continuó sus estudios en una buena universidad, que para este ejemplo pueden ser la Cayetano, la PUCP y la UP entre otras pocas; acaba de concluir sus estudios, gana más que el triple del sueldo mínimo y probablemente esté o haciendo carrera en un trabajo estable o viendo dónde hacer la maestría; quizás ambas.

José Q, nació en Lima a inicios de la década de lo 90´s de padres migrantes y creció en distritos como Puente Piedra, Comas, San Juan de Lurigancho y Puente Piedra. Estudió en un colegio privado cerca a su casa, colegio que era un poco mejor que el público. Cuando terminó, no competía muy bien con alumnos de otros colegios, y decidió entrar a una academia pre-universitaria. Pudo escoger entre San Marcos, UNI, Villareal y la Agraria. Acaba de concluir sus estudios, y con su sueldo busca apoyar a su familia y continuar el camino que emprendieron cuando vinieron a Lima.

El tatarabuelo de José A. llegó al Perú de Europa en el siglo XIX. Me animo a pensar que la estaba pasando mal en el viejo mundo y decidió probar suerte en América del Sur. Juntó capital, e instauró un negocio. Contrajo matrimonio entre la colonia de su país o entre la burguesía local, y el hijo heredó el negocio.

El tatarabuelo de José Q. llegó a la hacienda C. desde Puno. Evaluó junto con sus hermanos los beneficios de trabajar en una hacienda o fuera, arriesgándose a ser llevado a la fuerza al ejército. Su familia se mantuvo vinculada a las empresas del gamonal, y su hijo heredó su empleo.

La calidad de vida y el margen de libertad que poseía el tatarabuelo de José A. era muy superior al que poseía el de José Q. Ahora, si los ancestros de José Q. hubiesen deseado imitar a José A. no hubieran podido primero por que no poseían capital ni forma de acumularlo, y por que todo el sistema le jugaba en su contra, imponiéndole un lugar del cuál le era muy difícil escapar. El racismo científico y el darwinismo social fueron un factor constante durante el siglo XIX y perduró hasta la mitad del XX, e influenciaron de sobre manera cómo el Estado trazaba sus políticas públicas para con las clases más bajas del país.

El Perú, y en cierta medida toda América latina (contestando la pregunta de Varguitas), nació jodido, dándole la espalda a las clases bajas que conformaban la mayor parte de la nación. La “revolución” que significó la independencia nacional no resultó en una radical alteración de las estructuras y jerarquías sociales del virreinato (el antiguo régimen), sino su continuación mediante otros mecanismos no tan explícitos, más “modernos”. La justificación de las jerarquías absolutistas se basaban en nociones de privilegio por nacimiento de las clases altas (que tenían aprobación de Dios para ejercer poder y gobernar), por sobre “el pueblo”, y había, en teoría, nula capacidad de ascenso. La burguesía poco a poco fue abriéndose camino mediante actividades económicas como el comercio, que les dio la posibilidad de ahorrar excedentes, invertir en lujos y además una mejor educación, lo cual significaba, en la práctica, una igualdad de poder frente a los nobles (incluso los burgueses compraron títulos de nobleza a algunos estados absolutistas necesitados de dinero). Lo propuesto por el nuevo estado republicano, burgués y liberal fueron nociones de libertad e igualdad ante la ley, logrando así la destrucción de los privilegios de cuna para los individuos. Desde ese momento, el apellido por el que naciste ya no sería algo determinante dentro de tu vida, y quedaría instaurada una meritocracia que premiaría la excelencia: cada uno podría hacer lo que se le venga en gana y su nivel de éxito y recompensas estaría en relación a su esfuerzo y aptitudes. Los individuos ya no vendrían a ser súbditos, sino ciudadanos, todos con los mismos derechos. La idea del estado republicano era, pues, un gobierno de ciudadanos para los ciudadanos.

Hasta ahí todo bien. Sin embargo, surge un problema, producto de la mentalidad de los hombres de aquella época. No todos los individuos fueron considerados como ciudadanos. Hace dos siglos, el término “ciudadano” era uno que sirvió para excluir de la participación a la mayoría de la población nacional. Desde un término semántico, la palabra alude a los residentes de las ciudades, no a los habitantes del campo (que vivían en villas, villanos), y prefigura el modelo ideal de habitante del país, esto es el burgués letrado y culto (y blanco), dentro de los valores y la cultura occidental-europea. Ese fue la idea de ciudadano ideal que se deseó también aquí en América Latina. Ese ciudadano traía consigo el progreso; el indio y el negro, al igual que la plebe urbana, eran sinónimos de atraso. Para justificarlo, se esbozaron un enorme número de falacias que en su momento parecían tener validez empírica, y estas teorías fueron esbozadas por la mayoría de los intelectuales del siglo XIX. La idea inicial en las repúblicas sureñas fue que, para llegar a la modernidad, se debía de “importar” ciudadanos de Europa, de preferencia nórdicos y paulatinamente volver a los indios una minoría; así procedieron países como Chile y Argentina. Además, se crearon varios valores propios de la ciudadanía, como ser mayor de edad, hombre, tener una buena higiene (lo cual excluía a la plebe), ser laborioso (lo que excluía a los vagos y a los mestizos), tener propiedades (para el caso de México), y varios motivos más, todos con el objetivo de justificar una dominación de una minoría burguesa. Entonces, efectivamente, era un gobierno de ciudadanos para ciudadanos, donde los ciudadanos eran una minoría y la mayoría quedaba excluida, por ser asociada con el atraso frente a la modernidad europea. Estas masas, para la élite dominante, no formaban el “pueblo”; eran el “populacho”, el lumpenproletariado.

El caso peruano no es muy distinto del resto de casos latinoamericanos. Se desarrolla de manera análoga, con las particularidades de los caudillos, el proyecto de la confederación y otros más. Quizás nuestras diferencias más importantes son dos: en primer lugar, la llamada “prosperidad falaz” producto del auge del guano, y la trágica derrota en la Guerra del Pacífico. Lo primero significó la inmediata centralización del Perú en Lima, y le garantizó una independencia del resto de regiones del país; además de destruir la industria nacional y consolidar un modelo de exportación que terminó siendo destructivo para nuestra economía y que no generó el más mínimo desarrollo a largo plazo. Por otro lado, la derrota en la Guerra del Pacífico nos atrasó varias décadas de desarrollo no solo económico sino ideológico. La guerra, y la presencia de las clases marginales en la misma, llevó al Estado a evaluar el rol del indígena. Si bien en un momento se les echó la culpa de la derrota, y se concluyó que Chile venció debido a que contaba con mayor población blanca, las élites, en una resignación, reconocieron que necesariamente tendrían que aprender a convivir con estos indígenas. No podían importar ciudadanos, tenían que volver a sus habitantes, ciudadanos, y se comenzó a pensar al respecto. Si, recién a fines del XIX e inicios del XX.

Sin embargo, retomando el ejemplo anterior, tenemos a José A. y a José Q. La situación económica de ambos está determinada por la familia en la que nacieron; y, anacrónicamente, la familia en la que nacen si termina siendo un factor determinante dentro de su vida. Lo que es peor, el por qué ambas familias son tan desiguales socioeconómicamente no es por que una fuese más trabajosa que la otra (como debería de ser dentro de un estado liberal moderno), sino que ambas se han desarrollado en base a los ahorros que una previa generación le dejaba a la siguiente y las dos familias, trazando el ejemplo hasta los tatarabuelos, comenzaron en situaciones demasiado dispares e injustas, donde unas, por lotería genética ocupaban el lugar de amos, y otras el rol de siervos; ambas familias, en el siglo XXI, reproducen las desigualdades presentes en el siglo XIX, que a su vez eran propias de toda la época colonial que comienza en el siglo XV.

Entonces, si nuestro Estado no llega a ofrecer unas adecuadas posibilidades legales de acenso social, lo único que estaría haciendo sería contribuir a repetir y permutar la existencia y permanencia de los privilegios de cuna que tienen su origen en el absolutismo, y que atentan contra los propios fundamentos del Estado moderno y el liberalismo. Y oh, sorpresa: el Perú hasta los 70´s no contó jamás con políticas destinadas a ese fin.

Ahora bien, como lo tiendo a mencionar, el problema de la desigualdad es uno que ha estallado en el siglo XXI, y los ejemplos más claros son tanto el movimiento Occupy Wallstreet como el Movimiento Estudiantil Chileno.

Occupy WallStreet surgió como una protesta y desencanto frente desigualdad social que se volvió mucho más crítica tras la crisis del 2008. Los bancos recibieron un jugoso rescate económico en base a un paquete del gobierno (con las contribuciones de todos los habitantes) pero a pesar de eso, la gente criticaba el que continúen con las mismas políticas y prácticas que causaron la crisis en primer lugar. El siguiente video explica los problemas estadounidenses:

http://www.youtube.com/watch?v=25FNm8lRv0M

Por otro lado, el Movimiento Estudiantil Chileno surgió como una forma de protesta frente a las escandalosas pensiones que se cobraban en la universidad, que hacían que uno tuviese que endeudarse y pedir un préstamo con intereses para terminar la carrera. Lo peor de todo, es que incluso las universidades públicas tenían pensiones sumamente altas. Hace relativamente poco, el Presidente de la Federación de la Universidad Católica de Chile para el período 2013, Diego Vela, vino al Perú para un evento organizado por la FEPUC, donde nos mostró un gráfico en el que señalaba que, tras 40 años de reformas neoliberales de Pinochet, Chile ocupaba el segundo lugar en temas de desigualdad social en Latinoamérica. Vela argumentaba que esta desigualdad era tan grande que el país podía dividirse en una suerte de castas asociadas a quintiles (que podrían traducirse en nuestros sectores A,B,C,D y E), y donde era más probable que si uno nacía en un determinado quintil, solo se relacione con personas del mismo nivel, y criticaba la capacidad de ascenso social, que era casi nula, debido al alto costo de la universidad, tanto pública como privada.

Trazando un paralelo, el Perú lleva 20 años de neoliberalismo; pero al margen de ello, nuestro estado se ha caracterizado por ser ineficaz y débil, cuando no inepto, en el manejo de instituciones. Todo esto, sumado a las mentalidades históricas de siglos pasados, y el que recién entramos a una modernidad capitalista tras la reforma agraria en los 70´s (es imposible reclamar igualdad económica si aún existía desigualdad social en forma de indios y mistis), nos da un panorama histórico de cómo se ha venido permutando el tema de la desigualdad desde la colonia.

Toda esta reflexión me lleva a resumir el tema de la siguiente manera, en una pequeña cadena lógica.

1) Las desigualdades socioeconómicas históricas se agudizan en un sistema de libre mercado con escasa participación del Estado, o cuando un Estado actúa de manera ineficiente.

2) La desigualdad socioeconómica anémica es producto de falta de oportunidades legales de ascenso socioeconómico.

3) Ante la falta de oportunidades de ascenso social, los privilegios de cuna terminan condicionando la vida de un individuo.

- En un sistema de libre mercado con escasa participación del estado, las desigualdades históricas entre los individuos se acrecientan y los privilegios de cuna terminan condicionando la vida de un individuo.

4) La lucha en contra de los privilegios de cuna y la defensa de los paradigmas de igualdad y libertad fueron ejes clave en los reclamos liberales que acabaron con el antiguo régimen.

Entonces:

- En la realidad peruana, el libre mercado con escasa participación del Estado termina por oponerse a los paradigmas liberales de libertad e igualdad.

Por ello:

- Aceptar a cabalidad los preceptos y paradigmas liberales llevaría, necesariamente, a abogar a favor de la intervención del estado; al tiempo que el estado está en obligación de reforzar y aumentar las oportunidades de ascenso socioeconómico, principalmente mediante la educación, todo con el objetivo de reducir el impacto de los privilegios de cuna en la vida de un individuo e instaurar un verdadero sistema metirocrático.


Escrito por

Javier Aguilar

Estudiante de Historia en la PUCP, ciudadano indignado


Publicado en

OccupyClio

Blog personal vinculado a temas de Historia y actualidad social y política peruana.