¿Nación Peruana?
Reflexiones en base a la Historia Social Latinoamericana
Versión extendida de las ideas expuestas en la primera mesa del II Coloquio de Investigaciones Histórico-Sociales
En el Perú si ha existido, desde siempre, un discurso nacional y también una nación. Sin embargo, este no ha sido ni inclusivo ni representativo a lo largo de la historia. Los valores que conforman la nación no son estáticos, sino que se moldean y transforman a partir de la experiencia de ciertos procesos y/o eventos históricos de larga duración.
En latinoamerica, el concepto de Nación está sumamente ligado a la idea de ciudadanía y a la construcción de esta categoría. Es por ello que, para profundizar en este tema, utilizaré ejemplos basados en la historia social de la región en los últimos dos siglos.
Los estados latinoamericanos nacidos en el siglo XIX tuvieron, en un inicio, enormes contradicciones, ya que su discurso liberal trataba de venderse como inclusivo frente al antiguo régimen, pero en la práctica no supuso grandes transformaciones sociales, y no se logró incluir a las clases bajas, marginadas por temas raciales y culturales, al proyecto nacional. Dentro de la construcción de ciudadanía de los estados latinoamericanos, siempre se tomó como modelo de ciudadano a la burguesía europea, y se trató de imitar las costumbres foráneas, que eran sinónimo de progreso frente a lo nativo, sinónimo del atraso. De esta manera, varios estados iniciaron políticas para captar la atención de inmigrantes europeos, siendo argentina el caso más emblemático; y las penas y glorias de estos individuos quedaron plasmados en la música popular argentina, el tango. Sin embargo, la historia de otras naciones es diferente. No pudieron atraer, por diferentes motivos, población extranjera y tuvieron que lidiar, además, con una mayoría de población indígena, que era marginada incluso en el discurso republicano. En ese contexto de marginalidad irrumpe el siglo XX, y esas contradicciones de la modernidad llevan al estallido de algunas revoluciones a nivel mundial, como lo son la Rusa y la revolución Mexicana. Esta última tiene una importante repercusión en el plano social y político sobre cómo se enfrenta la noción del estado-nación. Es la revolución Mexicana y el posterior gobierno el que crea el discurso de la nación Mexicana en base del prototipo de ciudadano mexicano.
De esta manera, tenemos dos ejemplos de “construcción” de nación. Toda nación se crea en base a procesos históricos que son compartidos por la población. Donde difieren los modelos de construcción de nación son en la forma como los valores son difundidos. En el ejemplo argentino, tenemos que quien se encarga de difundir los valores es el arte y la cultura popular (entendiendo popular como una mayoría demográfica), mientras que en el caso mexicano es el Estado post-revolución. Del mismo modo, los gobiernos populistas de Latinoamérica, que sin duda son hitos de las transformaciones sociales de sus respectivas sociedades, son los que terminan creando naciones y uniformizando discursos nacionales. Estos gobiernos cuentan una amplia base popular, un fuerte respaldo por parte de las clases bajas debido a que, por primera vez, se preocupan por ellas y son los primeros que formulan un discurso nacional que es asimilable por la mayoría. El populismo genera nación donde el marxismo no lo pudo hacer debido a su énfasis inclusivo y multiclasista. Los partidos socialistas “de clase” jamás podían englobar a la totalidad de la población.
El Perú es un caso diferente. Aquí, pocos procesos históricos que hayan sido compartidos por todas las esferas de la población. Si puedo darme algunas licencias, diría que los procesos más importantes de nuestra historia social son tres: la guerra con chile y la posterior reconstrucción nacional, las migraciones masivas a las ciudades y el conflicto armado interno; ninguno de esos tres afectó a la totalidad de la población de la misma manera ni existió un estado que cree un discurso inclusivo post-proceso.
En nuestro país se ha visibilizado el enfrentamiento entre las clases populares y el discurso oficial del estado. Por ello, no existe un nacionalismo que, englobe a la totalidad del estado, que haya aparecido a raíz de estos procesos históricos pues no son compartidos; pero si han generado identidad comunitaria en las poblaciones que si experimentaron procesos en conjunto. El arte y la cultura popular evidencia la existencia del sentimiento de comunidad y esos valores compartidos. Por poner ejemplos, Nelson Manrique, en su refutación a Heraclio Bonilla, prueba efectivamente que los indios tenían un sentimiento “nacional” y lo demostraban en sus canciones; del mismo modo, canciones como “El provinciano”, y varias más de la cumbia y de toda la llamada “cultura chola” que aparece con las migraciones, son muestras de un sentimiento comunitario, de cómo un grupo de personas comparte valores en común y que se identifican como iguales. Sin embargo, la guerra con Chile no significó lo mismo para la burguesía limeña que para los indios de la sierra central; incluso significó algo diferente para los indios de la sierra norte. Las migraciones afectaron a una parte de la población, mas no a todo el país, al tiempo que desafiaban la oposición del Estado; y fue por esto que ambos procesos no sirvieron para construir una nación: no podía surgir, por cuestiones coyunturales y sociales, un discurso que homogenice post-proceso. Fue recién Sendero Luminoso y el conflicto armado interno el primer proceso que, nos golpeó post-Velasco, en un mundo donde hipotéticamente ya todos somos iguales; pero el conflicto no contribuyó a unirnos en una nación sino que, paradójicamente, hizo que las clases altas se aíslen más en la burbuja de Lima y vean al interior del país y a sus habitantes con temor y recelo, contribuyendo a ampliar la ruptura ancestral en nuestro país.
Ahora, por parte del estado, y como consecuencia de la falta de procesos que unifiquen, hemos tenido proyectos nacionales que, históricamente, han comenzado desde arriba; es decir, de un reducido grupo de intelectuales, en su mayoría limeños, que plantean la difusión de valores que, para ellos, han de ser nacionales. Cabe resaltar que durante el período inicial, el caudillaje demostró un nacionalismo regional, pero los intentos de crear una nación que abarque toda la patria no tuvieron mucho éxito por venir desde arriba y no desde abajo. El ejemplo inicial corresponde al partido Civil y a Manuel Pardo, quienes tenían un proyecto nacional y contaban con una base decente. Sin embargo, este proyecto no fue inclusivo, y pecaba, como es típico del XIX, de una visión de ciudadanía alienante y racismo científico; y así han sido la mayoría de gobiernos. Quienes por fin recogen la vertiente vernácula y llegan al poder son recién Belaúnde y Velasco; pero ambos apuntan hacia la revitalización de una nación andina, del “Perú profundo”; que va dispar del proceso histórico que se está viviendo, que es el de las migraciones. Sin un sustento popular, este nacionalismo desde arriba no es nada más que un hecho anecdótico que no trasciende al programa de propaganda del gobierno de turno. Por otro lado, los proyectos populistas peruanos, que pudieron culminar en la creación de un nacionalismo de amplia base no tuvieron éxito alguno. El primer partido de masas, el APRA, no llegó a triunfar en una elección presidencial y no llegó jamás a consolidar su posición de mayoría. Por otro lado, el fracaso de Acción Popular en llevar a cabo las reformas que transformarían al país, truncó la triunfante aparición de un nacionalismo popular que podría haber llegado a posicionarse como mayoritario. El pecado de nuestra historia siempre ha sido el desarrollar reformas necesarias, que significan la culminación de procesos histórico-sociales, en dictaduras, a la fuerza, y no en una democracia que permita celebrar en conjunto las victorias conquistadas.
Entonces, cerrando el argumento: la nación se crea a partir de la experiencia conjunta de un proceso histórico; y los productos de esta experiencia se pueden expandir de forma “natural” por medio de las expresiones culturales como lo son el arte y los mitos, o puede ser difundida por un estado que homogeniza un discurso basado en estas expresiones culturales y en la experiencia colectiva. De esta manera, en el Perú la creación de una nación que englobe a la totalidad de individuos no llegó a prosperar debido a que no ha existido aún un proceso histórico que sea experimentado de la misma manera por toda la población. Los intentos de crear nación han venido desde arriba, desde el gobierno de turno, sin un sustento popular, lo cual vuelve el intento fútil. Ahora bien, a pesar de esto, existe sin duda ciertos elementos en la vida cotidiana que generan una nación peruana. Sin duda no son tan fuertes en el nivel de cohesión, pero existen como rituales de peruanidad: cantar el himno, poner tu bandera en julio, sacar un DNI, ver partidos de la selección, etc.; pero, por lo mismo, ante la debilidad de estos factores de cohesión, lo que prima en la identidad individual es, ante todo, otros sentimientos de comunidad ajenos al “peruano”, y estos varían, siendo más visibles en algunos casos más que en otros.